
Cruzo un río formado a partir de mis lágrimas, lo cruzo en balsa, y como la corriente es fuerte debo esforzarme en remar para que no me lleve. Los brazos se me cansan, se me duermen, y a veces es tentadora la idea de detenerse, pero no puedo detenerme, cada vez que dudo durante un mínimo instante me entra agua en la boca que empieza a asfixiarme.
A veces, la corriente del río fluye más suave, parece entreverse el sol entre las nubes, y el paseo en balsa se torna casi (casi, tan cerca que parece real) agradable. Pero en seguida vuelve a arremeter con fuerza la tormenta, y mis brazos deben seguir remando y remando y remando.
Sé que este río tendrá fin. Sé también que después de este río habrá otro, habrá otros. Y no me puedo detener. A veces, los paisajes que dibuja mi conciencia son oscuros, hay picos de las altas montañas de mis estructuras y esquemas mentales que son afilados y mortales. Yo intento limarlos con mimo y con paciencia, y me pincho, me corto, sangro, pero sigo limando y remando, remando y limando.
No quiero dar una imagen fragmentada, incompleta, de mí misma. Una de las cosas que más me violenta de exponerme es que para mostrarme siempre debo mostrar una faceta, nunca puedo mostrarme entera, y una descripción incompleta falta a la realidad: por eso no hay ningún retrato que no mienta. Cada vez que elegimos mostrar algo de nosotros, estamos también eligiendo aquello que no estamos mostrando, aunque sea por pura incapacidad de representarlo entero, de forma completa. Y yo no quiero dar una imagen incompleta de mí misma: es por eso que necesito pararme a expresar que no soy solo aristas afiladas y senderos sinuosos, sombras en la noche que te acechan. No, soy también bosques llenos de vida, lagos en calma, serenas montañas nevadas, soy rayos de sol por la mañana. Soy mar embravecido y mar en calma.
Pero hoy es el dolor el que deja salir sus paisajes: rincones oscuros y celdas minúsculas en las que no tienen cabida los otros. Suelos llenos de piedras y espinas que debo atravesar con mis pies descalzos. En esos reinos no existe el lenguaje y soy muda. Y sin palabras cómo puedo tender puentes para cruzar los abismos que me separan.